Mediante la profesión simple en la Orden de la Penitencia, la religiosa promete con voto público observar los consejos evangélicos con el fin de realizar con más disponibilidad un camino de contínua conversión a Áquel que es todo el Bien, siempre atenta a discernir la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.


Con la profesión, la religiosa se consagra a Dios y al servicio de la Iglesia según el espíritu de nuestra Tercera Orden Regular y de nuestro Monasterio, al cual queda incorporada.

La profesión pública de los consejos evangélicos aunque conlleva la renuncia a bienes muy apreciables pero limitados y el necesario distanciamiento del mundo favorecen la creciente adhesión al Señor, Sumo Bien con un corazón indiviso.

En este tiempo de juniorado la profesa completa la formación humana y religiosa, de acuerdo con un proyecto formativo.  La formación es sólida e integral, pero al mismo tiempo, apropiada a la capacidad de cada religiosa, polivalente y completa, espiritual, apostólica, doctrinal y práctica.