En él la novicia va conociendo mejor su vocación divina, la práctica de los consejos evangélicos y las exigencias del espíritu contemplativo y fraterno formando su mente de valores evangélicos, además de un conocimiento de la doctrina espiritual y de la mística franciscana, sobre todo penitencial. Jesucristo será la regla suprema en la vida religiosa al que seguirá inspirándose en el testimonio de San Francisco.